Entrada crítica a la antropología e historia

Andrew Roth Seneff

El Colegio de Michoacán

Una entrada crítica a la antropología e historia, implica, primero, captar el desarrollo teórico y metodológico de la historiografía y etnografía. En verdad, este desarrollo tiene gran profundidad histórica pero en un afán de brevedad podemos enfocarnos al último siglo y medio del periodo moderno con una innovación importante en la metodología filológica en desarrollo durante siglos. Esta innovación se asocia con la figura de Lewis Henry Morgan. En la segunda mitad del siglo XIX Morgan buscaba una metodología para establecer los orígenes de  la población ‘nativa’ del continente americano. Su tesis era que migraron al continente desde Asia y con la finalidad de demostrarlo, realizó un estudio comparativo novedoso. Con su propio trabajo de campo entre los Iroquois y otros grupos nativos en la Unión Americana y mediante cuestionarios enviados a misionarios y administradores coloniales en todo el mundo compiló la información del mayor número posible de sistemas de parentesco (los términos de parentesco en diferentes idiomas). Creó así una tipología de los sistemas en términos de sus grados de semejanza y diferencia y descubrió una semejanza notable entre los sistemas de parentesco de las poblaciones nativas de América y las de Asia. Como ha argumentado el historiador de la ciencia, Thomas R. Trautmann, Morgan inventó así una nueva metodología basada en el estudio comparativo de campos semánticos para la elaboración de tipologías y taxonomías. Esto marcó una innovación importante para la metodología filológica que Trautmann caracterizó como la invención de la etnología.[1]

En los últimos cien años este acercamiento etnológico ha permitido el desarrollo de las etno-ciencias. Las etno-ciencias estudian los sistemas de conocimiento y práctica clasificados en las lenguas del mundo. Además es una metodología de gran relevancia para los estudios interculturales en un país multicultural y multilingüe como México.

Otro aspecto importante de este desarrollo metodológico tiene que ver con la identificación de los ejes multidimensionales del estudio historiográfico y etnográfico. Lewis Henry Morgan, como casi todos los grandes estudiosos de la última mitad del siglo XIX y principios del XX, trabajó con los ejes multidimensionales del tiempo evolucionario y el espacio étnico-racial y/o geográfico/climático. Después de un proceso de estudio, crítica y revisión de más de cien años, ahora, en la historiografía y etnografía se han establecido los nuevos ejes multidimensionales de tiempo histórico y espacio social. Esta precisión nos lleva a un segundo desarrollo importante para una perspectiva académica crítica de la antropología e historia.

Para aislar e identificar ejes multidimensionales del tiempo histórico y el espacio social fue necesario desarrollar dos orientaciones de particularismo histórico. La primera tiene una estrecha relación con la escuela de antropología fundada por Franz Boas y sus argumentos acerca de la libre variación entre las culturas, lenguas y razas. La evidencia etnográfica e historiográfica demostraba que cultura, lengua, y raza (en el sentido de fenotipo biológico) eran variables independientes. Por lo tanto, todas las teorías de evolución social que partían de la premisa de que eran variables dependientes estaban equivocadas. En adición, esta variación libre entre cultura, lengua y fenotipo biológico exigía un principio de relativismo que puso en tela de juicio todas las grandes teorías teleológicas de la evolución social y la historia universal.

Por otro lado, en este particularismo histórico desarrollado en las primeras dos décadas del siglo XX no se cuestionó otras premisas construidas en un contexto en el que las doctrinas de nacionalismo dominaron durante un periodo importante de la formación de los estados-naciones. Desde las perspectivas del nacionalismo, se trataban las culturas como unidades homogéneas y las lenguas como sistemas autónomos. Así la evidencia etnográfica e historiográfica de regiones culturales heterogéneas y multilingües a menudo se ignoró o negó a favor de supuestos sobre culturas y lenguas aisladas y homogéneas que posteriormente entrarían en contacto con procesos de asimilación, aculturación y mestizaje. En un proceso crítico de más de medio siglo (1940 a 2000) se desarrolló un nuevo particularismo histórico en el cual se reconocía la heterogeneidad de las regiones culturales y se cuestionó los supuestos deterministas de los enfoques nacionalistas. Alimentado con un diálogo entre teorías más y más relacionales asociadas con antropólogos como Palerm, Bonfil y Lomnitz en México o Lesser, Wolf y Roseberry en los Estados Unidos (solo por nombrar unos cuantos estudiosos) se vislumbró un nuevo particularismo histórico enfocado en las relaciones entre lo local y lo global plasmado en procesos de desarrollo desigual. Es esta nueva aproximación lo que permitió avances importantes en la identificación de los ejes multidimensionales del tiempo histórico y espacio social para una etnografía e historiografía crítica.

Este enfoque es importante precisamente porque un enfoque en el trabajo histórico y antropológico es central en el estudio crítico de las convenciones históricas y sus consecuencias. En todas las ciencias existe una lucha por aclarar y diferenciar entre opiniones y hechos. Pero en las ciencias históricas trabajamos con convenciones históricas que pueden tener el poder de los hechos a pesar de que son construcciones humanas: por ejemplo, una distinción tan sencilla y convencional como “oeste” y “este.”

Aun cuando en los hechos del espacio terrestre y de acuerdo al punto de referencia, la distinción este-oeste es arbitraria, una vez institucionalizada puede volverse un eje de orientación en la codificación de toda la navegación de la tierra o en las delineaciones de jurisdicciones o en la determinación del horario de cada región, etcétera.[2] En el trabajo historiográfico y etnográfico se procura indagar cuestiones como ¿Cuáles son las convenciones históricas que subyacen las catástrofes (a menudo clasificadas como “naturales”) o los cambios acelerados del clima mundial, o las formas de desigualdad? Con las herramientas críticas del particularismo histórico, las innovaciones metodológicas para el análisis comparativo en la etno-ciencia, y la aplicación de los ejes multidimensionales de tiempo histórico y espacio social podemos analizar las convenciones históricas como las poderosas construcciones humanas que son y examinarlas tanto en su capacidad creativa y productiva como en su potencial destructivo.[3]

[1] Thomas R. Trautmann. Lewis Henry Morgan and the Invention of Kinship. Berkeley: University of California Press, 1986.

[2] Antonio Gramsci nos ofrece esta observación en “la llamada realidad del mundo externo” en el capítulo 3 en  Cuadernos de la cárcel. Materialismo histórico y la filosofía de B. Croce. México: Juan Pablos Editor, 1986.

[3] Andrew Roth Seneff. “Entradas a la antropología e historia”. En Hacia dónde va la ciencia en México. 10. Historia, Lingüística y Antropología, coordinado por María Isabel Monroy, 79-87. México: CONACYT-Academia Mexicana de las Ciencias-Consejo Cultivo de Ciencias, 2014.