La pandemia por COVID-19 es un suceso que ha dado mucho de qué hablar. En el marco del confinamiento debatimos sobre la mayor visibilidad y agudización de fenómenos sociales que desde hace décadas afectan diferencialmente a diversos sectores de la sociedad: despojos diversos, violencias, cambio climático, discriminaciones, acceso inequitativo de la riqueza, es decir, vulneraciones cotidianas a la dignidad humana en medio de una sostenida y creciente desigualdad.
Uno de esos fenómenos sociales a los que hacemos referencia es el racismo. Las expresiones de rechazo, odio y temor hacia otros seres humanos en este contexto de pandemia están acompañadas de prácticas funestas que conocemos gracias a las redes sociales virtuales y medios de información. A través de estos mecanismos podemos apreciar las políticas racistas de gobiernos en contra de migrantes -acompañado de un discurso xenófoboo de científicos quienes sugieren hacer “estudios” en países africanos, o peor aún, prácticas de abuso policial crecientes por formas de racismo estructural e institucional, por mencionar sólo algunos ejemplos.
Es importante señalar que ante estos escenarios hay acciones diversas de nutridos sectores de la sociedad que condenan y se manifiestan claramente en contra de estos hechos.