Larissa Adler Lomnitz
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)
* Este texto es un fragmento del artículo de Larissa Adler Lomnitz y Diana Sheinbaum. “Trust, Social Networks and the Informal Economy: A Comparative Analysis”. Review of Sociology of the Hungarian Sociological Association Vol. 10, núm. 1 (2004), 5-26.
Entiendo “confianza” como un concepto social cuyo significado está culturalmente determinado que debe ser descrito etnográficamente, puesto que no tiene el mismo significado en diferentes sociedades y en situaciones particulares.[1] En general, la confianza es un componente central de la solidaridad social y el cemento usado para producir cohesión al interior de las redes sociales que componen la estructura de la sociedad.[2]
La confianza puede ser definida como la real o efectiva distancia psicosocial entre individuos. Está asociada con la cercanía social en el sentido de compartir las mismas categorías de derechos y obligaciones esperadas, junto con los valores e intereses compartidos. Un individuo siente confianza hacía otro cuando él/ella confían en que el otro/a tiene la habilidad, el deseo y la buena disposición para realizar un intercambio, o cuando su propia familiaridad con el otro le permite hacer una petición. Otra forma de expresar confianza es el acto de proporcionar voluntariamente una cosa o información personal de carácter íntimo, denotando confianza en la discreción y la disposición amistosa de la otra persona. “La confianza entonces, es una respuesta relacional, no un resultado de lealtad ciega, que permite a la gente tomar riesgos al relacionarse entre ellos”.[3] “Confianza es un nivel particular de probabilidad subjetiva con la cual un agente asegura que otro agente o grupos de agentes van a realizar una acción particular […]. Cuando decimos que confiamos en alguien o que alguien es confiable, significamos implícitamente que la probabilidad de que él realicé una acción benéfica, o por lo menos no perjudicial hacia nosotros, es suficientemente alta para considerar establecer una forma de cooperación con él”.[4]
La confianza regula la naturaleza y el tipo de recursos que pueden y deben ser sujetos a intercambio; asigna posiciones y provee amistad con contenido simbólico. La confianza no se puede conservar fácilmente; se pierde y se gana, se da y se quita. La confianza integra y discrimina entre individuos y tipos de comportamiento; determina privilegios e induce lealtades. La confianza moviliza recursos y es un principio activo en las reglas de solidaridad.
En resumen, la confianza es el criterio básico, sutil e inefable que establece las distinciones y los límites entre un “amigo íntimo”, un “amigo” y un “conocido”. El mapa mental de la amistad es básicamente un mapa de grados de confianza, grados que, en última instancia, revelan la distancia social real entre individuos que componen las redes de amistad. Un amigo, por ejemplo, puede retroceder hasta convertirse en un conocido si falla en mantener las expectativas que le ganaron su posición inicial en la escala de distancias sociales. Mientras que un conocido se puede convertir en un amigo cercano acumulando confianza al proporcionar un servicio particularmente valioso y/o riesgoso, convirtiéndose en un depositario de confianza.
Ninguna sociedad puede funcionar sin un mínimo de confianza entre sus miembros. En pequeñas sociedades premodernas, los individuos se relacionan repetidamente con las mismas personas en todo momento. Las redes que usan para adquirir cosas son primariamente informales: asociaciones cara a cara. Los miembros de sociedades pequeñas se mueven siguiendo roles culturalmente prescritos que incluyen la especificación de asistencia mutua. Todo mundo sabe en quién se puede confiar y a quién se puede aproximar para solicitar ayuda; la confianza está implícita en la relación social. A medida que una sociedad crece y se vuelve más compleja, la movilidad social, económica y ocupacional aumenta; en una sociedad moderna donde la acción colectiva está institucionalizada, el individuo depende cada vez más de las instituciones formales y las redes informales interpersonales son relegadas a ciertas áreas como los aspectos afectivos de la vida social (parentesco, amistad). En esta situación, la confianza (entre individuos e instituciones) adquiere un significado diferente al relacionado con los vínculos personales. Por consiguiente, se vuelve necesario distinguir entre “confianza horizontal” (confianza en otros) y “confianza vertical” (confianza en las instituciones), esto es, “Confianza en la imparcialidad y en la justicia de las instituciones y confianza en la parcialidad y el favoritismo de los amigos cercanos y las relaciones que uno posee”.[5]
En mi trabajo de Cómo sobreviven los marginados,[6] propongo que el uso de las redes sociales basadas en la confianza interpersonal (“confianza horizontal”) no es un residuo de las sociedades “pre-modernas” sino un elemento intrínseco de las sociedades complejas modernas, ya que se constituye como una respuesta frente a las insuficiencias de la institucionalización. Las redes sociales han demostrado jugar un papel importante entre los pobres urbanos de los países capitalistas subdesarrollados donde el estado y el mercado han fallado para asegurar adecuadamente la satisfacción de las necesidades de todos los miembros de la sociedad. En estos sectores marginados, es vital para un individuo tener el apoyo de un grupo social en el cual siente la suficiente confianza para apoyarse en él cuando ocurren emergencias, y para la satisfacción de sus necesidades más inmediatas. La confianza interpersonal es el prerrequisito para que el flujo de intercambio recíproco de bienes y servicios se lleve a cabo. Estos intercambios recíprocos constituyen la base de una economía informal organizada alrededor de redes sociales basadas en la confianza, que le permiten al pobre adquirir lo mínimo necesario para su supervivencia. Podemos decir que en este caso la confianza tiene una connotación positiva puesto que es un mecanismo de integración usado por los pobres para sobrellevar sus desventajas socioeconómicas.[7]
Sin embargo, existe un aspecto diferente del uso de las redes basadas en la confianza. En un estudio previo examiné la utilización de redes de intercambio informal al interior del sector formal.[8] Los intercambios analizados incluyeron varias formas de tráfico de influencias y de favores burocráticos para equivalentes servicios o recompensas materiales. Concluí que dependiendo del sistema político, algunas formas de intercambio informal eran toleradas, mientras que otras se castigaban severamente. Aún en el último caso, las actividades económicas ilegales al interior de la burocracia estatal eran percibidas como inevitables -sino es que útiles- por los miembros de los grupos de élite al interior del sistema formal. En ese estudio, mostré que las actividades informales basadas en las conexiones personales no son aleatorias o caóticas; por el contrario, constituyen todo un sistema de intercambio basado en la confianza interpersonal y la lealtad que subyace paralelamente a las reglas administrativas formales.
El análisis Weberiano de la racionalidad de los sistemas burocráticos ignoró las actividades informales que surgían al interior de las organizaciones formales como una respuesta al mal funcionamiento de las burocracias. Sin embargo, se ha producido una extensa literatura -basada en observaciones directas- sobre las discrepancias entre los fines y las estructuras de las organizaciones formales, y las especificaciones históricas y culturales de los sistemas sociales en donde dichas organizaciones se encuentran ancladas. Las principales consecuencias de este conflicto se presentan como ineficiencias provenientes de la rigidez y la corrupción. Las lealtades determinadas personal y culturalmente hacia un pariente o grupo local -la confianza en redes interpersonales- suele desafiar a las ideologías más nacionalistas que subyacen a la racionalidad burocrática.
En este trabajo, relaciono las instituciones formales de la sociedad con las redes interpersonales a través de las cuales se realizan intercambios informales. Las actividades económicas informales han sido definidas como aquellas que escapan a las regulaciones del estado en la producción, la distribución de bienes y servicios y en la naturaleza de su objetivo final (legal, ilegal o criminal).[9] Los intercambios informales son posibles a través de redes sociales basadas en las instituciones culturales como la familia, la amistad y otras relaciones en donde la confianza y la lealtad entre los miembros es el principio básico. Para probar mi punto reviso tres ejemplos que muestran los diferentes roles de las redes basadas en la confianza en la economía informal: el intercambio informal de favores burocráticos en Chile, donde el papel del estado consistía en regular y distribuir los servicios sociales; la producción y distribución de bienes y servicios bajo el control estatal en la Unión Soviética; y las sociedades post-comunistas en transición, donde la introducción de la economía de mercado debilitó al estado mientras que las actividades económicas informales -basadas en la utilización del capital de redes- florecieron.[10]
[1] Susan Rose-Ackerman. “Trust, Honesty, and Corruption: Reflection on the State-Building Process”. European Journal of Sociology/ Archives Européennes de Sociologie Vol. 42, núm. 3 (2001): 526-570; Larissa Adler Lomnitz. Networks and Marginality. San Francisco: Academic Press, 1977, 196.
[2] George Simmel. The Sociology of George Simmel. Nueva York: Free Press, 1964, 318.
[3] Susan Rose-Ackerman. “Trust, Honesty, and Corruption: Reflection on the State-Building Process”. European Journal of Sociology/ Archives Européennes de Sociologie Vol. 42, núm. 3 (2001): 543 (526-570).
[4] Diego Gambetta. “Can we trust trust”. En Trust. Making and Breaking Cooperative Relations editado por Diego Gambetta, 217 (213-237). Oxford: Blackwell, 1998.
[5] Susan Rose-Ackerman. “Trust, Honesty, and Corruption: Reflection on the State-Building Process”. European Journal of Sociology/ Archives Européennes de Sociologie Vol. 42, núm. 3 (2001): 526-570.
[6] Larissa Adler Lomnitz. Cómo sobreviven los marginados. México: Siglo XXI editores, 1975.
[7] Larissa Adler Lomnitz. Networks and Marginality. San Francisco: Academic Press, 1977; Larissa Adler Lomnitz. “Survival and Reciprocity: The Case of Urban Marginality in Mexico”. En Extinction and Survival in Human Populations editado por Charles D. Laughlin, Jr. e Ivan A. Brady, 181-207. Nueva York: Columbia University Press, 1978; Larissa Adler Lomnitz. “Horizontal and Vertical Relations and the Structure of Urban Mexico”. Latin American Research Review Vol. 17, núm. 2 (1982): 51-74.
[8] Larissa Adler Lomnitz. “Informal Exchange Networks in Formal Systems: A Theoretical Model”. American Anthropologits Vol. 90, núm. 1 (1988): 42-52.
[9] Alejandro Portes, Manuel Castells y Lauren A. Benton, editors. The Informal Economy. Studies in Advanced and Less Developed Countries. Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1989.
[10] Endre Sik. “Network Capital in Capitalist, Communist, and Post-Communist Societies”. International Contributions to Labour Studies núm. 4 (1994): 73-93.