Los límites de la observación participante y el método etnográfico o cuando la antropología es instrumento de dominio y represión

Los límites de la observación participante y el método etnográfico o cuando la antropología es instrumento de dominio y represión*

Patricia Legarreta

ONG Proyecto sobre Organización, Desarrollo, Educación e Investigación

En 1988 Clifford Geertz publicó su texto El antropólogo como autor en el que invitaba a leer la etnografía como una herramienta que permitía conocer más sobre los antropólogos que la escribían que la “cultura” que etnografiaban.[1] 15 años antes había propuesto su método etnográfico conocido como la descripción densa como una alternativa a la etnografía clásica. Esta discusión evocó que el etnográfo se pusiera tan en el centro que es común ahora iniciar una lectura etnográfica con una nota biográfica, a veces una extensa biografía, del autor del texto. Así, al mismo tiempo que se impuso el modelo neoliberal en el mundo, los antropólogos se enfrascaron en un debate de diván sobre el etnógrafo y la etnografía. Hoy es claro que no es relevante abundar sobre si lo que importa es conocer la cultura por medio de una etnografía o la vida de su autor.

En 2015 el Secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño, propuso utilizar la descripción densa como un método para imponer la reforma educativa, hecho que muchos colegas celebraron como una oportunidad laboral. En una entrevista Nuño sostuvo que La complejidad de los contextos, la diferencia entre un guiño y un parpadeo –y aquí recurre al ejemplo clásico que Geertz tomó de Gilbert Ryle– es el mismo movimiento físico, pero puede significar cosas opuestas. La thick description que no te puede explicar una ecuación”.[2] Un año antes Claudio Lomnitz desde el Museo Nacional de Antropología instó a los antropólogos a volverse a poner en el centro de los asuntos del Estado,[3] sin cuestionar si esto implicaba hacer trabajo de inteligencia para el Estado y las empresas, colaborar en la represión y disipación de la organización popular contra las élites que tienen capturado el Estado o producir información sobre los grupos subalternos para dominarlos mejor. Sorprende que en el “Anthropology Day”, algunos antropólogos se hayan dedicado a celebrar a la antropología como una herramienta de emancipación contribuyendo a ocultar las formas en que trabajamos para profundizar y extender la dominación. En el debate que ahora está tan de moda sobre la política del odio de Trump se dice mucho sobre cómo la antropología ha contribuido a celebrar la diversidad y poco se dice sobre cuánto ha aportado a construir también el discurso del odio y a dominar.

Es usual que el debate sobre el uso de la antropología para dominar se retome en los programas de formación como un hecho del pasado del colonialismo inglés o francés, del imperialismo estadounidense o del colonialismo interno en los países latinoamericanos. Desde 2008, la filtración del Manual de Sistemas de Humanos en el Terreno[4] recordó que el uso de la etnografía para la dominación no es un hecho del pasado, tampoco responde a eventos aislados, ni se trata de acciones inocentes. En 2011 la Declaración Xidzá sobre Geopiratería en la Sierra Juárez de Oaxaca puso en el centro el hecho de que este problema es actual y vigente en México.[5] También evidenció la disposición de las universidades a recibir financiamiento del Departamento de la Defensa estadounidense y el cómodo silencio de los científicos frente a este hecho.

Hoy se puede afirmar que en México la etnografía sirve a las empresas para facilitar su entrada a las regiones indígenas y núcleos agrarios. Algunos antropólogos trabajan haciendo Evaluaciones de Impacto Social, requisito indispensable para que las empresas puedan llevar a cabo proyectos en México desde la reforma energética de 2013.[6] Más que un trámite se convirtió en una herramienta que mapea a los actores en el territorio, aprovecha las habilidades etnográficas de los antropólogos y utiliza la información para disipar movimientos sociales en contra de los megaproyectos. Las Evaluaciones de Impacto Social son documentos que no se han hecho públicos, pero contienen información sobre cómo se organizan las poblaciones para defender su territorio, con quiénes se vinculan y quiénes son sus líderes. Esta información está en manos de las empresas, que son quienes contratan a las consultorías para realizar las evaluaciones, y del gobierno que utiliza la fuerza pública para imponer los proyectos y reprimir la protesta.[7] Las comunidades afectadas por los proyectos, los movimientos de defensa del territorio no pueden conocerlas. La etnografía, así, sirve no sólo para informar sobre la organización de las poblaciones sino para profundizar la desigualdad de poder a través de la desigualdad de acceso a la información.

¿Por qué no mejor estudiamos cómo se organizan los cárteles empresariales para que las poblaciones afectadas por sus actividades puedan conocer mejor con quién se enfrentan? Ante esta pregunta, algunos contestan: “es que la antropología no tiene herramientas para estudiar a las élites”, otros, que “es más bonito sentarse en la cocina a platicar con la señora mientras echa tortilla que tratar de identificar a los miembros del Consejo Directivo de una empresa”. Hay quienes dicen que no es posible investigar a las élites porque éstas no nos dejan entrar a su casa. Lo cierto es que estas respuestas son muy cómodas, no es necesario entrar a las casas de las personas para investigar. Y tal vez también sea hora de repensar si meterse a la cocina de los marginados no es una falta de respeto y una forma de ejercer la dominación, sea para venderles un producto, generar una política pública, para escribir una tesis o para un proyecto de investigación.

Hay consultoras que trabajan para el gobierno, que contratan antropólogos, que hacen trabajo de campo en regiones en conflicto y manifestaciones para identificar grupos sociales, actores y líderes. Desde luego que hay ejemplos sobre profesionales de la antropología cuyo compromiso está con las clases populares y no con el modelo dominante. El objetivo aquí no es señalar personas, sino a la herramienta etnográfica que se construye fundamentalmente a partir de la observación participante y su uso en la sociedad contemporánea.

La falta de conciencia sobre el poder de la vigilancia masiva a través de los medios digitales hace que no sólo se vulnere la información que generamos sobre nuestras vidas, sino también la que generamos sobre las vidas de las personas con las que nos relacionamos, incluyendo, desde luego a las poblaciones que forman parte de nuestras investigaciones. Registrar el diario de campo, las entrevistas y toda la información que sistematizamos sin tener precauciones de seguridad es entregar esa información a los servicios de inteligencia no sólo de nuestro país,[8] sino también de la Alianza de los 5 Ojos (Estados Unidos, Canadá, Nueva Zelanda, Australia y Gran Bretaña).[9] Una forma menos debatida públicamente es el uso de los datos digitales para la detección de los mercados de consumidores para empresas. El director de Google, Eric Schmidt es también dueño de la empresa Civis Analytics que vende información sistematizada que recoge en Internet para empresas y gobiernos.[10]

En síntesis, la antropología hoy sirve a las élites más que a los dominados a través de la inteligencia de mercado, el espionaje, la vigilancia masiva y la financiación de la investigación por las empresas privadas. Esto lo hacemos de manera consciente o inconsciente, pero eso no nos exime de responsabilidad. Es una tarea urgente que los antropólogos denunciemos que trabajamos para los dominantes, que dejemos de simular con discursos sobre las academias del sur, que por estar en el sur se pretenden del lado de los marginados. Es urgente también que nos vinculemos a la comunidad de desarrolladores para generar mecanismos de protección de datos, si no de nosotros mismos, sí de los informantes y grupos sociales con los que trabajamos.

Este breve comentario concluye no sólo haciendo una crítica sino proponiendo algunas tareas para el gremio, para los colegios profesionales, para los programas de formación y para los profesionales que trabajan en distintos ámbitos, incluidos los investigadores de las universidades.

1) Estudiar más a las élites y menos a los grupos dominados: que la antropología deje de servir a los poderosos. Quienes trabajan para las empresas y el gobierno, para reprimir a la población lo pueden denunciar por medio de filtraciones. Los antropólogos que están haciendo Evaluaciones de Impacto Social, y otros instrumentos de control social, pueden hacer públicos los documentos, los contratos, los proyectos.

2) Es necesario desarrollar metodologías para estudiar la sociedad contemporánea compleja y abandonar los criterios que aíslan a las poblaciones y las convierten en objeto de curiosidad por sus clasificaciones culturales, raciales, étnicas, ocultando las formas de dominación que se ejercen. Es fundamental retomar las categorías que permiten conocer la forma en que las poblaciones están efectivamente vinculadas entre sí a través del trabajo, el consumo, la generación de conocimiento y el intercambio de bienes y servicios.

3) Es necesario reformar los programas de formación para fortalecer las metodologías sobre el estudio de élites, no como objeto de curiosidad sino para combatir la desigualdad efectivamente. Es necesario enfocar la investigación y el trabajo hacia la generación de información que sirva y fortalezca a los movimientos populares y no a las empresas y los gobiernos capturados.[11]

4) Es fundamental transitar hacia el uso del software libre y desarrollar mecanismos de seguridad digital en las comunicaciones, en la investigación y en la sistematización de la información que generamos. Es necesario transitar hacia el cifrado de las comunicaciones y dispositivos digitales, utilizar navegadores que permiten anonimizar búsquedas y espacios de almacenamiento en línea seguros.[12] Esto es algo que se puede hacer de manera institucional, incorporarlo a la agenda de los colegios profesionales para capacitarnos como gremio, incorporarlo a los programas de formación y también de manera autodidacta a través de tutoriales y en relación con la comunidad hacker en México.

5) Los antropólogos debemos retomar el modelo hacker:[13]ser autodidactas, desarrollar nuevas metodologías que permitan conocer el mundo contemporáneo y transformarlo. Debemos hacernos conscientes de que hoy los administradores de sistemas son quienes conocen a profundidad las relaciones humanas y ya no los antropólogos. Debemos tener humildad para reconocer que nuestra disciplina y profesión se ha vuelto muy limitada metodológicamente y que eso se oculta detrás de la idea de que lo que podemos aportar los antropólogos al mundo es nuestro “análisis”, nuestro “enfoque” o nuestra “interpretación”. La visión que tengamos los antropólogos es igual de válida que la que pueda tener cualquier otro ser humano, no es una fortaleza. Nuestra fortaleza estará en tener claridad sobre para quién trabajamos, con quién trabajamos, para qué trabajamos.

6) Hagamos menos foros, menos declaraciones, menos pronunciamientos, escribamos menos autobiografías y tengamos más acciones concretas para fortalecer la organización colectiva para la transformación de las actuales condiciones de represión, violencia e imposición.